71 años viviendo dentro de un “pulmón de hierro”
Cuando tenía seis años, Paul Alexander contrajo polio y quedó paralizado de por vida. Hoy tiene 74 años y es una de las últimas personas en el mundo que todavía utiliza un pulmón de acero. Pero después de sobrevivir a un brote mortal, no esperaba verse amenazado por otro.
Cuando finalmente el niño fue atendido por un médico, le dijeron a su madre que no se podía hacer nada por él. Paul fue dejado en una camilla en un pasillo, apenas respirando. Habría muerto si otro médico no hubiera decidido examinarlo nuevamente. Este segundo médico lo recogió, corrió con él al quirófano y le realizó una traqueotomía de emergencia para succionar la congestión en sus pulmones que su cuerpo paralizado no podía eliminar.
Tres días después, Paul despertó. Su cuerpo estaba encerrado en una máquina que jadeaba y suspiraba. No podía moverse. No podía hablar. No podía toser. No podía ver a través de las ventanas empañadas de la tienda de vapor: una capucha de vinilo que mantenía húmedo el aire alrededor de su cabeza y suelta la mucosidad de sus pulmones. Pensó que estaba muerto.
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